PATOLOGÍA GENERAL DE LAS PARASITOSIS
Acción patógena
Los parásitos pueden producir daño al hombre por diversos mecanismos específicos para cada especie, que puede ser por acción:
Mecánica: los parásitos pueden provocar obstrucciones u otras acciones mecánicas en el lugar donde se encuentran. A veces la acción obstructiva se debe al gran número de parásitos.
Traumática: ocasionada por los insectos hematófagos o el arador de la sarna, y por los helmintos que migran y lesionan los tejidos.
Expoliadora: el parásito se aprovecha de elementos nutrientes ya elaborados por el huésped. La acción expoliadora aparece en todas las parasitosis, y por eso pueden cursar con una desnutrición del individuo o agravarla.
Tóxica: es la producida por sustancias químicas que secretan o vehiculan los parásitos. Un ejemplo es la acción tóxica de los venenos de arañas, garrapatas, escorpiones, avispas u hormigas.
Citopatógena: la parasitación por determinados protozoos de las células del huésped puede llevar a su destrucción.
Metaplásica o neoplásica: algunas parásitos pueden producir en los tejidos que parasitan una hiperplasia, primero, y una metaplasia o neoplasia, después.
Infecciones secundarias: las bacterias piógenas pueden invadir las lesiones producidas por las larvas de anquilostomas o las picaduras de insectos. Los virus pueden ser introducidos en diversas vísceras mediante parásitos invasores o en sus migraciones internas.
Las parasitosis pueden cursar sin sintomatología (portadores), con síntomas leves o con un cuadro típico y característico. Esto dependerá de varios factores, como el número, tamaño y toxicidad del parásito, del estado del huésped y de la respuesta inmune de este.
Las enfermedades producidas por los parásitos son capaces de ocasionar cambios tisulares muy variados. La morfología de las lesiones se modifica según la duración del cuadro clínico y de su evolución. Una parasitosis puede ser un proceso agudo de pocos días de duración o adquirir una evolución crónica, más o menos larvada. Por ejemplo, una colitis aguda amibiana puede tener úlceras necróticas y si el proceso se apaga puede pasar a ser una enfermedad crónica, larvada y recidivante.
Las lesiones histopatológicas pueden ser muy variadas: degeneraciones , infiltraciones, necrosis, pigmentaciones, calcificaciones, trastornos circulatorios y, la más típica, inflamación reactiva al cuerpo extraño, que representa el parásito.
La imagen histológica se modifica con el tiempo; por ejemplo, una leishmaniosis temprana es una simple pápula con reacción inflamatoria aguda, luego se ulcera o forma granulomas, y las lesiones viejas se cubren de costras hiperqueratósicas. Muchas veces, el parásito es sólo la causa inicial de una enfermedad y luego desaparece, para que el cuadro clínico sea dado por una complicación bacteriana.
Las enfermedades parasitarias suelen aparecer de un modo lento y el cuadro clínico se establece de forma gradual; sólo cuando el número de parásitos es muy alto o el sujeto es muy sensible, pude aparecer un cuadro agudo. Entonces hay fiebre, dolor, toxemia y otros signos físicos. Pero lo normal es que el proceso sea subagudo y el sujeto comience con pérdida de peso, anemia, adormecimiento, febrícula y otros signos mal definidos. Luego, los síntomas varían de un sujeto a otro debido a la respuesta inmunitaria, los fenómenos alérgicos y el estado del sujeto.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario